Llegó el momento de desmontar.
Es lo malo de los circos: como vienen se van. En realidad se van como vienen aunque con bastante más peso, ya que han de añadir al que traían, que no era poco, el de las risas, los suspiros, los sobresaltos, los aplausos... vertidos por aquellos que bajo su carpa han presenciado las mil y una maravillas nacidas del ingenio, el valor o la pericia de los artistas.
Y así se va El Gran Circo de las Palabras, con el mismo sobrepeso que cualquiera de los personajes de Botero acampados desde hace un mes en el pasillo que da acceso a La Biblioteca de Amelia; henchido de miradas embelesadas, de acrobáticos jolgorios y de caprinos abracadabras.
Se va, pero nos queda su recuerdo.Su recuerdo y un montón de fotografías.
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